mi padre no me enseñó a nadar, ni a montar en bici.
pero consideraba su obligación como padre enseñarme los números romanos y las horas.
todas las noches echábamos un rato antes de irnos a dormir.
era entonces cuando veíamos las repeticiones de los partidos de la liga.
sin embargo, nunca supo explicarme por qué repetían los partidos con empate a cero.