Ya he colocado la casa más o menos, ya sabes los cuadros, los detalles... Al terminar pensé: No lo va a ver Eugenio, pero al menos conoce la casa. Y eso me tranquilizó un montón. Fue una sensación envolvente, cálida y protectora. Y a continuación, la certeza de la pena con la que viviré las cosas que no voy a compartir contigo.
De todos los regalos que tengo tuyos, el mejor, el insuperable, me lo dejaste en mi oído.
Con mucho amor.
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