sábado, 10 de septiembre de 2011

Opium para todos

Sería muy difícil pero un ojo avispado podría saber cómo me va la vida últimamente por el número de artículos de "los veinte duros" que cuente en mi casa. Y digo últimamente porque será de común acuerdo  para todos que será una cosa innecesaria, de lo que nos desharemos poco tiempo después de que haya cumplido su objetivo: comprarla.
Porque la misión de ese objeto no tiene función tiempo. Muere segundos después de pagarla, meterla en la bolsa blanca que luego utilizaré para los residuos de Maraña, salir a la calle, de camino a casa volver a mirar lo que he comprado con la mayor indiferencia posible. Nada. porque al final y desde el principio, comprar eso, lo que sea, solo tiene sentido como proyecto saciatorio previo, como plan ante el vacío total. Tiene el efecto tranquilizador de una droga barata e inocua al alcance de cualquier bolsillo. Es un intento desesperado e infinito de contener pensamientos que no se verbalizan, pensamientos que llevan a humores raros, humores raros que desembocan en iras, iras que se camuflan que terminan...que

A la vuelta de mi calle han abierto uno de esos veinte duros gigantes. Creo que fue ayer. Ayer me di cuenta. Es frío, limpio, tiene mucha luz. Horroroso digo. En cuanto termine esto, salgo a ver qué encuentro. Seguro que nada que ni siquiera mi actual avidez-necesidad-estado pueda encontrar pasable. Me bastará con uno de esos cepillos-cacharros para lavar los vasos de tubo (no tengo vasos de tubo) y el fondo de la cafetera que con el espontex no llego. Es tranquilizador salir a comprar pensando que vas a buscar algo que necesitas. Estos días de atrás encontré un veinte duros que lo llevan unos chicos de África (es que son negros) y que entre lo de siempre encontré alguna joyita. Dos joyitas. Una copa de cristal de diseño antiguo donde me veo la manzanilla muy fría y voy a ver si me compro algún licor de esos que beben las señoras-abuelas bien en las películas de época. Y también encontré una jarra-cacerola de cerámica azul que es mi lapicero ahora. Preciosa. Ambas cosas trascendieron sus objetivos: consiguieron aliviarme por un par de días al menos.

Así que ahora me compraré la cosa esa para fregar y buscaré buscaré para ver si encuentro un pequeño tesorito por veinte duros del que me colgaré colgaré para no pensar pensar.

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