domingo, 27 de enero de 2013

El que ama no

Cruzaba tranquilo la carretera, tan grande para él. Atravesaba la medianía. Sin mirar. Relajado, confiado, seguro. Sin mirar ni hacia un lado ni hacia otro. Quien lo vio lo sabe: hubiera dado tiempo.
El autobús, al advertir su presencia, advertió el peligro. Y presa del pánico hizo sonar el claxon repetidamente antes de entrar a matar. La mole no advirtió que se hubiera podido refugiar entre las ruedas si no hubiera montado ese escándalo de ruido. Él, cruzada ya media calzada, cómo volverse hacia atrás, cómo quedarse inmóvil y dejar pasar. Cuánta sangre fría hubiera hecho falta. En esa milésima de segundo, optó por la huida hacia adelante, el salto al vacío.
Si quedó rastro de sangre nadie se volvió a mirar.
Él era un gato blanco y negro. Él era un autobús última generación cruzando la A-4.

Y ahora lo sé:
Adviertes la presencia, adviertes el peligro. Porque no querías matarlo, por eso murió.

No quería matarlo y lo mató.

Pero ¿quién de los dos era yo?, ¿quién muere más, el que mata o el que muere?

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