viernes, 5 de noviembre de 2010

90 melones (y subiendo...)

90 melones que me vienen en el próximo grupo. Como la cifra triplica mis expectativas y deseos (¡¡¡) ando todo el día tirada en la calle,  cual chucha
(chucha? femenino de chucho?
chucho? chucho de Fernando Alfaro?
"ay pobrecito este perro,
chucho perdido en el tiempo..."
je,je,je
buscando familias y viendo sus casas. que mis melones tendrán a bien mancillar y ultrajar...
seguro que no es para tanto
hoy es que me he levantado drama-queen total

voy a ver si me centro y me dejo de centrar tanta chorrada

Ver casas, conocer familias que en un 95% están compuestas por una señora de cincuenta y tantos años divorciada, tiene tarea. La mayoría de las veces nada envidiable. Resulta bastante cansado aguantar que la susodicha se vanaglorie y ensalce sus cualidades hasta extremos irrisorios o te cuente sus penurias económicas y pretenda echar sobre tus hombros la responsabilidad de llegar a fin de mes o de poder pagar sus facturas...
Pero dentro de este panorama nada alentador, a veces encuentras gente diferente y curiosa:
Son las 4.30 y he quedado con Carmen en su casa. Llego puntual como siempre. Me abre la puerta pero el recibidor está en penumbra. Solo acierto a ver a una mujer con la mano tapándose la boca. Desde el primer momento me recuerda a mi amiga Carmen Luna (ya, ya, lo del nombre es que es así...) Me conduce al salón. Y yo, que tengo como norma no expresar muestras de agrado muy efusivas por lo que veo, le suelto lo que me gusta su salón. Fue puro vómito. Y ella, ni corta ni perezosa, con una naturalidad por encima de convencionalismos y prejuicios sociales, me dice que no mujer, si ya verás, todo es viejo, o me lo han dado o lo he cogido de la basura ...mira que decir que es bonito...
Me la hubiera comido a besos.
Su salón no era bonito, ni feo. Era de esos salones perfectamente cuadrados, llenos de sofás distintos pero muy cómodos, tan mullidos que tienes el hueco calentito para cuando te sientes. Todos alrededor de una mesa cuadrada con enagüillas. Todo incitaba a sentarte y la conversación saldría sin problemas. Un salón para seguir viviendo, porque ya tenía vida de sobra. En las paredes libros y algunos cuadros. Ni muy cargado ni vacío. Ni muy limpio ni sucio. Porque no te fijabas en eso, solo invitaba a sentarte, tumbarte, callarte o hablar. Pero muy relajada...
Y así me sentí todo el rato con ella. Y me fue contando: proferosa de Lengua y Literatura con 4 hijos varones. Solo el pequeño vive en casa. Ella reproduce lo que ha visto en su madre: de comer se pone un primero, una carne y un pescado. Día tras día. No es ni mucho ni poco. Es. Me contó que uno de sus hijos mayores fue a conocer a su futura mujer en Columbia. Así que Carmen anda azarosa porque se le va a los Estados Unidos y sus nietos van a ser americanos.
Pero también me reí con ella. Sobre todo cuando le pregunto si prefiere chicos o chicas y me dije tajante:
NIÑOS. ¿las niñas? por la mañana son de una manera, por la tarde de otra y por la noche de otra diferente. Imposible con ellas.
No pude menos que darle la razón.

Llamé a Carmen Luna nada más salir de su casa. Pero no estabas. A ver si hoy...
A la otra Carmen le voy a mandar tres melones masculinos. Creo que van a estar en la gloria.



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