Ella dijo nada más despertarlo: He soñado que te dejaba.
El: ehhh! ¿por qué?
Ella de nuevo: no sé, solo que te lo decía y me sentía fatal. Y entonces un hombre me perseguía. Yo llevaba una niña que me había encontrado en la casa. La cogí para que no le hicieran daño. Huía por una casa grande y llena de laberintos.
A lo que él, de todo lo que pudo pensar en ese largo silencio que hizo, solo respondió: se dice que la casa es la mente en los sueños.
Ella: ¿sí?
Fin del sueño.
Esto, como veis, no soy yo. Lo prometo. De verdad que no soy yo. Y aunque fuera yo, cuando se escribe se puede mentir. No cuenta como mentira.
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