Se le cayó al suelo la caja casi llena de bastoncillos de los oídos.
Ha sido inevitable, Mari Carmen pensó ella con el alivio de poder evitarse otra culpa.
Los volveré a meter todos en su sitio se dijo con una sonrisa placentera que se tornó amarga como la bilis en el instante siguiente.
No pasa nada. Las tardes son tan largas y este invierno parece que no se va a acabar nunca.
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