Las rutinas son guaridas donde protegerse. La mía es dulce. Especialmente de noche. Donde el cansancio se transforma en consuelo y orgullo porque hemos superado otro día. Estamos vivos, seguimos vivos, no dejamos de ser animales. Es ese momento y ese lugar tan preciados en los que ya no se espera que la vida te plante más batalla. Podemos guardar las armas.
Entonces te das cuenta de que solo eso es verdad. Lo demás son mis circunstancias, no yo.
Y debo ser más celosa de mis rutinas. Porque son preciosas. Porque me dan calma y satisfacción. Hacen que el resto de mi vida merezca la pena. Que me sienta afortunada.
Ese último momento del día es la señal inequívoca de que no me estoy equivocando.
una bonita forma de explicar el concepto de equilibrio
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