De los recuerdos más bonitos que guardo de niña es cuando mi padre llegaba a casa con piñas. No recuerdo qué época del año podría ser, pero sería de frío porque nos arremolinábamos entorno a la candela de la fragua para ver cómo la piña se iba abriendo al calor del fuego para dejar a nuestro alcance los piñones. Ver cómo la piña se iba abriendo era un goce absoluto. Que se abría por efecto del calor lo sé ahora, antes un disfrute tan grande no necesitaba explicación. Y debería no necesitarla nunca.
Luego, partir con un martillo o una piedra los piñones y terminar con las yemas de los dedos negras era todo uno.
Para que no se me olvide lo dejo escrito.
lunes, 31 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
domingo, 23 de octubre de 2011
jueves, 20 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
Series, restos y desperdicios
XII.- Una amiga a otra:
- ¿Cómo sabes que te llamaba para decirte que estoy embarazada?
- Por el tono. Últimamente tengo comprobado que o me llaman para decirme que están embarazadas o que se van a divorciar. Y eso se nota...
Esto es jodidamente verídico; para ser más precisos, de esta mañana.
- ¿Cómo sabes que te llamaba para decirte que estoy embarazada?
- Por el tono. Últimamente tengo comprobado que o me llaman para decirme que están embarazadas o que se van a divorciar. Y eso se nota...
Esto es jodidamente verídico; para ser más precisos, de esta mañana.
martes, 18 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
¿Me indigno o me voy a echar tomates?
Es que los tomates no esperan, así que me voy.
![]() |
portada del "20min" de Graná con los carteles worldwide |
Canciones dedicadas #1 (por si hay más)
Esta primera para el superjoni Pedro, por un día delicioso con él.
delicioso? OSO
OSO? osito
osito? peluche
peluche? placenta
placenta? aarrgghhhh¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
y me quedé colgada de tu carcajada
Dejadme que presente la canción con sus palabras:
"Nena, si tus invitados no bailan con esto, es que te los has cargado en la cena"
delicioso? OSO
OSO? osito
osito? peluche
peluche? placenta
placenta? aarrgghhhh¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
y me quedé colgada de tu carcajada
Dejadme que presente la canción con sus palabras:
"Nena, si tus invitados no bailan con esto, es que te los has cargado en la cena"
domingo, 9 de octubre de 2011
Desenlace
Me tomé mi tiempo para hacerme con la fórmula exacta. Y memorizarla claro. No podía permitirme ningún ridículo. Primero, movida por la rabia del momento, pensé en rollo barriobajero tipo: pero a ver nene, tú qué pasa, que tienes un montón de complejos e inseguridades, y lo quieres pagar conmigo…Esto así con los brazos en jarra y deje chulesco.
Lo descarté. Esto era fracaso seguro. Ni es mi estilo, ni me saldría el tono, ni la frase es correcta (suj+verb+pred), ni nadená. Dicho en términos teatrales: es un papel que no puedo defender.
Así que opté por uno más como yo. Sencillo, directo y reconciliador. Y lo memoricé. Estaba preparada.
¡Qué te lo crees tú¡ Al día siguiente otra vez: GORDA. Me vuelvo y lo llamo. Tú, (nada) eh, tú (nada, el nene ni se inmuta). ¡Cómo me saldría la voz del cuerpo, si es que me salió! Para colmo a mi altura pasaba una señora de la que gracias a dios no recuerdo su cara, con la cual si me la cruzo me da lo mismo (bendita ignorancia) y, fíjate que mala suerte Carmen, el abuelo de Manolillo el niño del parque, ese que me parece tan atractivo…QUÉ VERGÜENZA: todos mirándome como diciendo ¿qué está pasando aquí? En ese momento, no es que hubiera apelado a mis súper poderes de Pepita Pulgarcita, sino que me hubiera convertido en polvo para siempre. No se puede hacer más el ridículo ni resultar más patética.
Creo que no pasó ningún día por medio. Aquel día cuando salí de casa, quería encontrármelo. Y me lo encontré. No esperé a que estuviera a mi altura. Fui hacia él y le corté el camino.
Perdona, quiero hablar contigo. Mira, tú cuando quieras hablar conmigo, cuando quieras decirme algo, vienes y me lo dices. Sin problemas. ¿Vale? Porque así es como hablan los adultos, que ya no tenemos doce años.
Ese era mi papel. Pero pasó que cuando él levantó su visera y levantó su cara, aguanté el tipo hasta el "vale". Y me pareció suficiente. Su cara, mucho mayor que su cuerpo, resultaba algo grotesca. Había tristeza y miedo. Era un ser indefenso, débil. Terminé la frase que estaba diciendo y me fui.
Nos seguimos cruzando. No ha vuelto a pasar nada. Yo, "por si!, cuando estoy a su altura y hasta dos pasos más allá, arrugo el hocico por si me vienen los misiles estar preparada:
Otros días, me digo, que le den. Y relajo mi boquita. Tal que así:
Bueno, la historia tiene enjundia para muchos vinos y muchas risas. Que para eso se ha hecho, para reirme de mis miserias. Que siempre me parece un ejercicio muy sano. Interesados en compartir miserias con vinos, llamar al 6xxxxxxx. ¡Quita, que tengo el blog en abierto!
Lo descarté. Esto era fracaso seguro. Ni es mi estilo, ni me saldría el tono, ni la frase es correcta (suj+verb+pred), ni nadená. Dicho en términos teatrales: es un papel que no puedo defender.
Así que opté por uno más como yo. Sencillo, directo y reconciliador. Y lo memoricé. Estaba preparada.
¡Qué te lo crees tú¡ Al día siguiente otra vez: GORDA. Me vuelvo y lo llamo. Tú, (nada) eh, tú (nada, el nene ni se inmuta). ¡Cómo me saldría la voz del cuerpo, si es que me salió! Para colmo a mi altura pasaba una señora de la que gracias a dios no recuerdo su cara, con la cual si me la cruzo me da lo mismo (bendita ignorancia) y, fíjate que mala suerte Carmen, el abuelo de Manolillo el niño del parque, ese que me parece tan atractivo…QUÉ VERGÜENZA: todos mirándome como diciendo ¿qué está pasando aquí? En ese momento, no es que hubiera apelado a mis súper poderes de Pepita Pulgarcita, sino que me hubiera convertido en polvo para siempre. No se puede hacer más el ridículo ni resultar más patética.
Creo que no pasó ningún día por medio. Aquel día cuando salí de casa, quería encontrármelo. Y me lo encontré. No esperé a que estuviera a mi altura. Fui hacia él y le corté el camino.
Perdona, quiero hablar contigo. Mira, tú cuando quieras hablar conmigo, cuando quieras decirme algo, vienes y me lo dices. Sin problemas. ¿Vale? Porque así es como hablan los adultos, que ya no tenemos doce años.
Ese era mi papel. Pero pasó que cuando él levantó su visera y levantó su cara, aguanté el tipo hasta el "vale". Y me pareció suficiente. Su cara, mucho mayor que su cuerpo, resultaba algo grotesca. Había tristeza y miedo. Era un ser indefenso, débil. Terminé la frase que estaba diciendo y me fui.
Nos seguimos cruzando. No ha vuelto a pasar nada. Yo, "por si!, cuando estoy a su altura y hasta dos pasos más allá, arrugo el hocico por si me vienen los misiles estar preparada:
la boca en dirección contraria a por donde me lo cruzo |
Bueno, la historia tiene enjundia para muchos vinos y muchas risas. Que para eso se ha hecho, para reirme de mis miserias. Que siempre me parece un ejercicio muy sano. Interesados en compartir miserias con vinos, llamar al 6xxxxxxx. ¡Quita, que tengo el blog en abierto!
Nudo
Creo que al chico en cuestión ya lo tenía fichado. Por nada en especial, no me había llamado la atención por nada. Solo el hecho común de que a las ocho y media - Ocho y medio ¿has visto la peli? Qué bonita. Y luego en Madrid está el ocho y medio para bailar, por la peli claro. Cómo me gusta el mundo a veces. Y la canción de Nacho Vegas por dios. Te la voy a poner:
Recuperemos el aliento y volvamos al tema, que era yo. Y el chico en cuestión que me encontraba de camino al curro cada mañana. Uno más de los de cada día. Él es como yo de alto, o al menos como yo me veo porque todos nos pensamos más altos de lo que somos. Delgado fibroso, como los hombres que pintaba Klimt: cuerpos que se abren en los hombros rectilíneos y potentes, desproporcionados con respecto a la languidez del resto. Viste unos pantalones beige hasta las rodillas y camiseta de algodón beige. Sin logos ni estampado alguno. A veces intercala el vestuario con las mismas prendas pero en color negro. Zapato deportivo. Siempre va escuchando música. Lleva una gorra americana beige, que le tapa la cara, cara que siempre mira al suelo. Con lo cual nunca le vi la cara, pero por todo lo demás, sus pintas y sobre todo su cuerpo, no lo echaba más de veintimuchos años.
La primera vez que fui consciente de la situación, la dejé pasar: total, no lo había oído bien. Y entre el sí y el no opté por el no - chica lista. Ese día había tirado por la Carretera de la Sierra en lugar del paseo de río, que es el que siempre cojo. Recuerdo que me fijé en él antes de cruzarnos. Entendí que él hubiera cambiado su camino como yo, porque venía de comprar churros del puesto al final de la calle. Cuando él me hubo pasado, quizás no más de tres pasos, lo dijo. Y yo me volví. Porque lo habia entendido, aunque hiciera como que no. El seguía su paso, ni más lento ni más rápido. Me dejó inquieta. Tanto como para salir alerta de casa desde aquel día.
Y las mañanas se fueron sucediendo, claro. A veces coincidíamos, a veces no. Dos caminos, dos personas. Los buenos en matemáticas que saquen las probabilidades que tenía de cruzarme con él.
A la segunda o tercera vez, yo no tuve más remedio que tenerlo claro. Cuando me pasaba un par pasos, lo decía: GORDA. No me miraba, no se volvía, no se aceleraba. Yo sí. Me sentía totalmente vulnerable, indefensa, atrapada, no tenía capacidad de réplica. Estaba vendida. Iban pasando los días, varios días. Recuerdo que el camino desde que me lo cruzaba hasta que me encontraba con Carmen era un infierno. Y lo peor de todo es no entender. No entender por qué alguien quiere hacerte daño. Al principio del paseo del Salón había siempre un par de chicas paseando sus perros. Me fijaba en ellas como me fijo en todo el mundo y las tenía catalogadas en mi memoria como las lesbianas - coño es que eso es lo que parecían, que nadie se haga el ofendido ahora que ser lesbiana…blablablá...blablablá - Cuando las veía, en mi desesperación quería acercarme a ellas y preguntarles: ¿Vosotros me veis gorda? Y su "no, qué tontería” - porque iban a decir que no, que para eso yo soy la guionista de mi cabeza - me hubiera dado el consuelo que necesitaba.
Y mi mente seguía su discurso: joder, a lo mejor un poco sí lo soy, pero mira visto bien, ¿es que no te gusta la falda que llevo hoy?, es para que la gente no se fije en los defectos, para compensar, además yo no quiero llamar la atención, nunca, que ni se me note que estoy, y soy muy simpática para que nadie se meta conmigo y nunca hablo alto, no vaya a ser que me equivoque…y así así así por el estilo.
Me venían a la cabeza los niños del colegio que sufren acoso, que ahora llaman bullying. Y fui uno de ellos porque pensé cambiar mi horario para no coincidir. O si no, tener los poderes de aquel dibujo animado que decía: Espita gorgorita lo que se da no se quita conviérteme en... Pepita Pulgarcita. Y hala, del tamaño de un ratón. Eso es lo que yo quería ser un ratón. Porque así es como me sentía. Un desastre. Pero claro, tengo la tira de años, los súper poderes sé que no existen, tengo que ser madura...vamos que tengo que actuar como se supone conforme a edad: todo lo cual, uno por uno y en conjunto es un coñazo y una responsabilidad tremendos.
La primera vez que se lo conté a Carmen, su reacción fue tremenda, a grito pelado en mitad de la calle: ¿QUE UN TIO TE HA LLAMADO GORDA?, ¿PERO ESE TÍO ES QUE ESTA CIEGO O QUE COÑO LE PASA?, ¿Y TÚ NO LE HAS DICHO GILIPOLLAS SUBNORMAL...? Recuerdo un hombre que pasó, nos oyó y se volvió a mirarnos muerto de la risa…fatal… Y Carmen, a tu pregunta de si yo no le había dicho…yo solo quería morirme. De que me saliera la voz del cuerpo, ni hablamos.
La Carmen es que es así, cuando me está contando algo tipo: es que estaba en el parque y llevaba ya un rato y la pobre chiquilla…y no me da la gana, hombre, que no es justo… cuando se pone así, de repente PUM se me presenta como la mujer de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix. Adjunto foto:
Ella lo tenía claro: ese nene tenía que estar mal. No de estar mal como decimos normalmente. Sino patológicamente mal. Yo no sabía qué pensar. Podría ser. Pero me sonaba más a que Carmen quería consolarme. Luego se lo conté un día en tono jocoso/delirante a Pedro y ¡DATE¡ que me dice lo mismo. Y yo, sí, porfa, porfa, que sea tonto, que sea tonto. Porque si es tonto, no sabe lo que dice, y entonces yo no soy gorda….¡¡¡BIEN!!! problema resuelto.
Qué va. Al día siguiente vuelta con la cancioncita. Tonto o no, tenía que hacer algo: enfrentar el problema y hablar con él. Había descartado tirarlo al río, mudarme de barrio o llevarme a mis amigos grandes como armarios, tipo portero de discoteca en Madrid - que por cierto no tengo, esto era pura fantasía.
Recuperemos el aliento y volvamos al tema, que era yo. Y el chico en cuestión que me encontraba de camino al curro cada mañana. Uno más de los de cada día. Él es como yo de alto, o al menos como yo me veo porque todos nos pensamos más altos de lo que somos. Delgado fibroso, como los hombres que pintaba Klimt: cuerpos que se abren en los hombros rectilíneos y potentes, desproporcionados con respecto a la languidez del resto. Viste unos pantalones beige hasta las rodillas y camiseta de algodón beige. Sin logos ni estampado alguno. A veces intercala el vestuario con las mismas prendas pero en color negro. Zapato deportivo. Siempre va escuchando música. Lleva una gorra americana beige, que le tapa la cara, cara que siempre mira al suelo. Con lo cual nunca le vi la cara, pero por todo lo demás, sus pintas y sobre todo su cuerpo, no lo echaba más de veintimuchos años.
La primera vez que fui consciente de la situación, la dejé pasar: total, no lo había oído bien. Y entre el sí y el no opté por el no - chica lista. Ese día había tirado por la Carretera de la Sierra en lugar del paseo de río, que es el que siempre cojo. Recuerdo que me fijé en él antes de cruzarnos. Entendí que él hubiera cambiado su camino como yo, porque venía de comprar churros del puesto al final de la calle. Cuando él me hubo pasado, quizás no más de tres pasos, lo dijo. Y yo me volví. Porque lo habia entendido, aunque hiciera como que no. El seguía su paso, ni más lento ni más rápido. Me dejó inquieta. Tanto como para salir alerta de casa desde aquel día.
Y las mañanas se fueron sucediendo, claro. A veces coincidíamos, a veces no. Dos caminos, dos personas. Los buenos en matemáticas que saquen las probabilidades que tenía de cruzarme con él.
A la segunda o tercera vez, yo no tuve más remedio que tenerlo claro. Cuando me pasaba un par pasos, lo decía: GORDA. No me miraba, no se volvía, no se aceleraba. Yo sí. Me sentía totalmente vulnerable, indefensa, atrapada, no tenía capacidad de réplica. Estaba vendida. Iban pasando los días, varios días. Recuerdo que el camino desde que me lo cruzaba hasta que me encontraba con Carmen era un infierno. Y lo peor de todo es no entender. No entender por qué alguien quiere hacerte daño. Al principio del paseo del Salón había siempre un par de chicas paseando sus perros. Me fijaba en ellas como me fijo en todo el mundo y las tenía catalogadas en mi memoria como las lesbianas - coño es que eso es lo que parecían, que nadie se haga el ofendido ahora que ser lesbiana…blablablá...blablablá - Cuando las veía, en mi desesperación quería acercarme a ellas y preguntarles: ¿Vosotros me veis gorda? Y su "no, qué tontería” - porque iban a decir que no, que para eso yo soy la guionista de mi cabeza - me hubiera dado el consuelo que necesitaba.
Y mi mente seguía su discurso: joder, a lo mejor un poco sí lo soy, pero mira visto bien, ¿es que no te gusta la falda que llevo hoy?, es para que la gente no se fije en los defectos, para compensar, además yo no quiero llamar la atención, nunca, que ni se me note que estoy, y soy muy simpática para que nadie se meta conmigo y nunca hablo alto, no vaya a ser que me equivoque…y así así así por el estilo.
Me venían a la cabeza los niños del colegio que sufren acoso, que ahora llaman bullying. Y fui uno de ellos porque pensé cambiar mi horario para no coincidir. O si no, tener los poderes de aquel dibujo animado que decía: Espita gorgorita lo que se da no se quita conviérteme en... Pepita Pulgarcita. Y hala, del tamaño de un ratón. Eso es lo que yo quería ser un ratón. Porque así es como me sentía. Un desastre. Pero claro, tengo la tira de años, los súper poderes sé que no existen, tengo que ser madura...vamos que tengo que actuar como se supone conforme a edad: todo lo cual, uno por uno y en conjunto es un coñazo y una responsabilidad tremendos.
La primera vez que se lo conté a Carmen, su reacción fue tremenda, a grito pelado en mitad de la calle: ¿QUE UN TIO TE HA LLAMADO GORDA?, ¿PERO ESE TÍO ES QUE ESTA CIEGO O QUE COÑO LE PASA?, ¿Y TÚ NO LE HAS DICHO GILIPOLLAS SUBNORMAL...? Recuerdo un hombre que pasó, nos oyó y se volvió a mirarnos muerto de la risa…fatal… Y Carmen, a tu pregunta de si yo no le había dicho…yo solo quería morirme. De que me saliera la voz del cuerpo, ni hablamos.
La Carmen es que es así, cuando me está contando algo tipo: es que estaba en el parque y llevaba ya un rato y la pobre chiquilla…y no me da la gana, hombre, que no es justo… cuando se pone así, de repente PUM se me presenta como la mujer de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix. Adjunto foto:
Ella lo tenía claro: ese nene tenía que estar mal. No de estar mal como decimos normalmente. Sino patológicamente mal. Yo no sabía qué pensar. Podría ser. Pero me sonaba más a que Carmen quería consolarme. Luego se lo conté un día en tono jocoso/delirante a Pedro y ¡DATE¡ que me dice lo mismo. Y yo, sí, porfa, porfa, que sea tonto, que sea tonto. Porque si es tonto, no sabe lo que dice, y entonces yo no soy gorda….¡¡¡BIEN!!! problema resuelto.
Qué va. Al día siguiente vuelta con la cancioncita. Tonto o no, tenía que hacer algo: enfrentar el problema y hablar con él. Había descartado tirarlo al río, mudarme de barrio o llevarme a mis amigos grandes como armarios, tipo portero de discoteca en Madrid - que por cierto no tengo, esto era pura fantasía.
Presentación
Esto podría haber no ocurrido. Como otras muchas cosas en la vida: si hubieras hecho letras en lugar de ciencias, si en lugar de sí dices no, si no te hubieras tomado el último cubata y no te digo nada si hubiéramos hecho caso de nuestros padres - pastilla roja, pastilla azul, pastilla roja, pastilla azul - Y así la lista llega hasta el infinito y da la vuelta. Total, material para arrepentirte y darte golpes de pecho, los que quieras - interesados y curiosos, ver “Las vidas posibles de Mr. Nobody”. No es que vayas a salir diciendo “ah, ahora lo entiendo…pero…
Lo dicho, son ganas de perder el tiempo. Las cosas pasan. Y punto. Buscar el por qué no lleva a ningún sitio Si quieres un día quedamos, y ya de vinos descuartizamos el tema, y decimos un montón de cosas ultra inteligentes ahora y que nos van a provocar dolor de cabeza y bochorno absoluto por igual al día siguiente - ¡cómo me gusta eso: los temas abstractos, las perogrulladas e idas de olla totales, la primera mitad del último cubata!
Pero puestos a buscar razones, la primera puede ser que yo llevara tiempo quedando a desayunar con Carmen de camino al trabajo. Aún cuando mi desayuno se limitaba a tomar simplemente un cortado; quitando aquella racha de zumo + ½ tostada de tomate con queso, pasaíto el pan. Fíjate, ahora que lo pienso a lo mejor ésta es otra razón para lo que pasó poco después: esa racha y más exactamente las consecuencias en mi cuerpo de zamparme los malditos hidratos de carbono esos - “¿qué pensáis de los hidratos? Uuhhhh, fuera, fuera, al calabozo” vociferan las masas. Al queso ni mentarlo, que algo tan delicioso no puede cometer mal alguno o se le perdonan todos.
De modo que eso también afectó. Porque recuerdo que cuando empezó todo yo andaba haciéndome los propósitos de enmienda, que de tan manidos siempre guardo a mano, de perder unos kilitos porque me encontraba gorda - gorda y fea son sensaciones equidistantes, superpuestas, gemelas, simbióticas, como una fastidiosísima/ santísima trinidad moderna - Así que no podía estar yo más vulnerable por aquel entonces.
Lo dicho, son ganas de perder el tiempo. Las cosas pasan. Y punto. Buscar el por qué no lleva a ningún sitio Si quieres un día quedamos, y ya de vinos descuartizamos el tema, y decimos un montón de cosas ultra inteligentes ahora y que nos van a provocar dolor de cabeza y bochorno absoluto por igual al día siguiente - ¡cómo me gusta eso: los temas abstractos, las perogrulladas e idas de olla totales, la primera mitad del último cubata!
Pero puestos a buscar razones, la primera puede ser que yo llevara tiempo quedando a desayunar con Carmen de camino al trabajo. Aún cuando mi desayuno se limitaba a tomar simplemente un cortado; quitando aquella racha de zumo + ½ tostada de tomate con queso, pasaíto el pan. Fíjate, ahora que lo pienso a lo mejor ésta es otra razón para lo que pasó poco después: esa racha y más exactamente las consecuencias en mi cuerpo de zamparme los malditos hidratos de carbono esos - “¿qué pensáis de los hidratos? Uuhhhh, fuera, fuera, al calabozo” vociferan las masas. Al queso ni mentarlo, que algo tan delicioso no puede cometer mal alguno o se le perdonan todos.
De modo que eso también afectó. Porque recuerdo que cuando empezó todo yo andaba haciéndome los propósitos de enmienda, que de tan manidos siempre guardo a mano, de perder unos kilitos porque me encontraba gorda - gorda y fea son sensaciones equidistantes, superpuestas, gemelas, simbióticas, como una fastidiosísima/ santísima trinidad moderna - Así que no podía estar yo más vulnerable por aquel entonces.
sábado, 8 de octubre de 2011
Naturaleza viva
Estaba oyendo de fondo un documental sobre las hormigas bulldogs, las más dañinas y feroces del mundo. Pueden matar a animales mucho más grandes que ellas, de larvas son carnívoras y pueden regurgitar la comida.
1.-Bajó el volumen de la tele y buscó una peli porno en internet para masturbarse deprisa.
2.-(Bajó el volumen de la tele) Se fue a la cocina a prepararse la cena: dos chuletas con patatas y ketchup.
3.-(Bajó el volumen de la tele) y pensó: !qué coño¡ Mañana le digo que sí.
Nota del fabricante: las piezas son canjeables y se pueden eliminar de la partida. El juego admite 3, 2, 1 concursantes y hasta ninguno.
viernes, 7 de octubre de 2011
El Antuan y la Carmen
Uno de lo dos está de más meses que el otro |
Una preñá muy funky |
jueves, 6 de octubre de 2011
Espejos cóncavos
Hace ya tiempo que conocí casualmente a Pilar. Seguro que coincidimos en que no hay mejor espectáculo que el ser humano. Cada persona es un pozo sin fondo donde zambullirte con el aliciente de que nunca vas a llegar al final. Espectáculo vivo.
Pilar tiene el nombre que se merece. Y seguro que sus hermanas tienen nombres similares. Alguna Marta, quizás la pequeña. ¿Ana la otra?. Nombres que puestos debajo unos de otros forman una figura perfecta, sin fisuras ni salientes. Sin estridencias. Palabras llanas sin acento. Nombres planos, de dos sílabas. La perfección del dos: el equilibrio. Eso es lo que refleja Pilar.
Me he encontrado con más de una y de dos Pilares por ahí. Me atraen tanto como me repelen. Me las puedo imaginar en su época de colegio y luego de Instituto. Esas niñas modosas, correctas, que nunca hicieron rabona, ni fueron motivo de escándalo o cotilleo. Con su pelo lacio natural, castaño medio.Con el tiempo, ahora a sus treinta y pocos que aparenta, quizá se de una mechas muy suaves a penas percetibles. Su piel correcta. Su voz que nunca se levanta, ni se mancha de palabras soeces, porque ya viene genéticamente así definida. Viste como ya puedes preveer: colores lisos, sin estampados, ni brillos. Nada de escotes, ni nada a la última. Su ropa de ahora es la misma de siempre.
Su vida ha sido recta, una carretera bien asfaltada de un solo carril. Donde no se pudo correr mucho, pero no había curvas ni baches. Estudios de corrido, con alguna asignatura que se atascó y dió la lata un verano, si acaso. Un novio solo, que conoció en tercero de carrera, con el que no tuvo ningún problema de novios. Se casaron cuando consiguieron trabajo y pudieron dar la entrada para el piso. No parece que se vayan a divorciar. Él parece lo que es: un profesor de instituto, que lleva barba de profesor de instituto, que no es como el resto de las barbas. Pantalones chinos de profesor de instituto y botas de montaña.
Pilar tiene tres niñas rubias, bonitas y parecidas entre sí. Está al día de todo lo que tiene que ver con sus hijas: sus estudios, las reuniones con el Ampa, con el tutor, llevarlas a las clases extra escolares...Nunca pierde una reunión y es la persona a la que tienes que preguntar de qué se habló.
Y todo esto con sus vaqueros que no son sexies y su rebeca de punto beige. Mientras ella habla con su voz modulada y sus frases perfectas, yo no la estoy escuchando. Estoy pensando en ella. En por qué me atrae tanto como la rechazo. Y es por lo mismo. Envidio esa vida fácil, de una sola vía. Parece un refugio para el alma y para el corazón. Aún cuando sé que no es lo que quiero para mi. Ni para lo que valgo, si hasta me parece casposa la idea. Pero no dejo de sentir atracción hacia ella, y en ocasiones hasta deseo su suerte para no perderme más.
Otras veces como ayer, que me la encontré de camino al cole con sus niñas, su vida plana e impoluta me daban una bofetada en la cara.
Aproveché el cambio del semáforo para perderla de vista.
Pilar tiene el nombre que se merece. Y seguro que sus hermanas tienen nombres similares. Alguna Marta, quizás la pequeña. ¿Ana la otra?. Nombres que puestos debajo unos de otros forman una figura perfecta, sin fisuras ni salientes. Sin estridencias. Palabras llanas sin acento. Nombres planos, de dos sílabas. La perfección del dos: el equilibrio. Eso es lo que refleja Pilar.
Me he encontrado con más de una y de dos Pilares por ahí. Me atraen tanto como me repelen. Me las puedo imaginar en su época de colegio y luego de Instituto. Esas niñas modosas, correctas, que nunca hicieron rabona, ni fueron motivo de escándalo o cotilleo. Con su pelo lacio natural, castaño medio.Con el tiempo, ahora a sus treinta y pocos que aparenta, quizá se de una mechas muy suaves a penas percetibles. Su piel correcta. Su voz que nunca se levanta, ni se mancha de palabras soeces, porque ya viene genéticamente así definida. Viste como ya puedes preveer: colores lisos, sin estampados, ni brillos. Nada de escotes, ni nada a la última. Su ropa de ahora es la misma de siempre.
Su vida ha sido recta, una carretera bien asfaltada de un solo carril. Donde no se pudo correr mucho, pero no había curvas ni baches. Estudios de corrido, con alguna asignatura que se atascó y dió la lata un verano, si acaso. Un novio solo, que conoció en tercero de carrera, con el que no tuvo ningún problema de novios. Se casaron cuando consiguieron trabajo y pudieron dar la entrada para el piso. No parece que se vayan a divorciar. Él parece lo que es: un profesor de instituto, que lleva barba de profesor de instituto, que no es como el resto de las barbas. Pantalones chinos de profesor de instituto y botas de montaña.
Pilar tiene tres niñas rubias, bonitas y parecidas entre sí. Está al día de todo lo que tiene que ver con sus hijas: sus estudios, las reuniones con el Ampa, con el tutor, llevarlas a las clases extra escolares...Nunca pierde una reunión y es la persona a la que tienes que preguntar de qué se habló.
Y todo esto con sus vaqueros que no son sexies y su rebeca de punto beige. Mientras ella habla con su voz modulada y sus frases perfectas, yo no la estoy escuchando. Estoy pensando en ella. En por qué me atrae tanto como la rechazo. Y es por lo mismo. Envidio esa vida fácil, de una sola vía. Parece un refugio para el alma y para el corazón. Aún cuando sé que no es lo que quiero para mi. Ni para lo que valgo, si hasta me parece casposa la idea. Pero no dejo de sentir atracción hacia ella, y en ocasiones hasta deseo su suerte para no perderme más.
Otras veces como ayer, que me la encontré de camino al cole con sus niñas, su vida plana e impoluta me daban una bofetada en la cara.
Aproveché el cambio del semáforo para perderla de vista.
martes, 4 de octubre de 2011
domingo, 2 de octubre de 2011
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