lunes, 31 de octubre de 2011

De niña

De los recuerdos más bonitos que guardo de niña es cuando mi padre llegaba a casa con piñas. No recuerdo qué época del año podría ser, pero sería de frío porque nos arremolinábamos entorno a la candela de la fragua para ver cómo la piña se iba abriendo al calor del fuego para dejar a nuestro alcance los piñones.  Ver cómo la piña se iba abriendo era un goce absoluto. Que se abría por efecto del calor lo sé ahora, antes un disfrute tan grande no necesitaba explicación. Y debería no necesitarla nunca.
Luego, partir con un martillo o una piedra los piñones y terminar con las yemas de los dedos negras era todo uno.

Para que no se me olvide lo dejo escrito.

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