miércoles, 21 de noviembre de 2012

Equilibrismos

Ella no le había mandado un mensaje nunca. Bueno, miento: una vez; pero hay respuestas que cierran caminos para siempre. Por eso mismo, porque en su memoria no estaba, no dudo en hacerlo. Si no lo había hecho nunca, si no se había equivocado antes, ¿qué le impedía hacerlo? Bendita mala memoria, bendita inconsciencia que te permite eternamente errar y eternamente empezar de nuevo.
El mensaje decía:
Dime algo que me anime.
Ella era muy de mensajes así, de soltar perlitas sin previo aviso, perlitas nada inocentes: las respuestas le daban la clave de si él era como ella lo leía.
El le contestó:
Tú puedes sola.

Y ella lo tuvo claro. Lo tuvo claro un rato largo después, cuando pudo desperezarse de la tristeza y la pesadez que la invadieron al principio y pudo interpretarlo:
El era como ella lo había leído pero se estaba despidiendo. Otra vez.

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