Mientras hago tiempo, leo en el Ideal que una emigrante de Guadix ha rechazado en la cara del alcalde de Barcelona una medalla de oro en reconocimiento a su labor en los movimientos vecinales durante 50 años. Y lo ha hecho alegando que “aceptar una medalla de un gobierno que está recortando por lo que yo he luchado tanto tiempo no es idóneo” Y la misma puerta por la que había entrado le sirvió para salir.
Aceptar esa medalla más que no ser idóneo, no era coherente. Pero cómo acordarse de la coherencia cuando nos plantan semejante golosina delante. Solo los grandes de verdad saben quedarse en su sitio. La gente que nunca ha levantado los pies del sueño (perdón quise decir del suelo) y que siempre ha estado del mismo lado.
Pero todo eso es difícil: tener los pies en la tierra, no olvidar de donde venimos cuando atravesamos el puente, el que sea. Muchas veces se cumple que a menor el puente es, mayor es nuestro olvido. Pienso en miles de jefecillos ocupando los puestos más bajos dentro de estructuras piramidales inmensas. Pienso en comentarios y actuaciones que escuecen y que evidencia que ya olvidaron. Pienso y no dejo de pensar. Pero si lo piensas bien, ellos son coherentes, coherentes ahora con el puesto que aceptaron. El puente lo cruzaron entonces.
Consciente de mi propia debilidad, cuando me revuelvo en mi silla ante esa gente de memoria quebradiza, intento ser indulgente. Me afano en intentar comprender y por ende perdonar todos los pecados para que así los míos me sean perdonados.
Maruja se llama ella; por "la Maruja de Nou Barris” la conocen. Emigró con 13 años de su cueva de Guadix a una “casi chabola” en Barcelona. Padres en prisión por comunistas, criada por su abuela con sus 12 tíos. Tanta hambre como para robarle el bocadillo a otra niña…y luego, cuando la vida se le fue poniendo derecha, ella se quedó con los que la seguían teniendo torcida.
Esa coherencia no se ve a menudo. Pero qué bien que nos recuerden que hay gente que la sigue llevando puesta.
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